martes, 5 de abril de 2011

Una mirada sobre la RSE como experiencia estética


Responsabilidad Social Empresaria.
Una mirada sobre la RSE como experiencia estética

Por Germán Scalzo (*)

“En nuestra empresa realizamos acciones de RSE, pero no dejan de ser mera cosmética, no pasan de la foto”, confesaba el responsable de Recursos Humanos de una gran empresa, y continuaba: “¿Qué podemos hacer para que sea algo más?“.
Afortunadamente, y por distintas razones, cada vez son más las empresas que se comprometen con la idea de hacer “algo más“, que trascienda sus obligaciones y sus competencias específicas, para inmiscuirse en el complejo mundo de aquello que no es estrictamente necesario, más conocido como “voluntario”.
Solemos decir que estas empresas apuestan por la ética, sin embargo, la RSE -al menos lo esencial del concepto- es más bien una experiencia estética. A diferencia de la ética, cuyos principios de actuación son obligatorios y universalizables, la estética responde a otra lógica, que se caracteriza por ser no necesaria, es decir, es una expresión de un bien superior al que podemos aspirar, pero no necesariamente estamos obligados a hacerlo.
Sin embargo, son las acciones de este tipo las que dan muestra del ingenio y la capacidad creativa del hombre para resolver los dilemas que se le presentan, celebrando a su vez la dignidad, propia y de otros. La estética no reemplaza a la ética, sino que la presupone y perfecciona.
La deformación de la estética, es la cosmética, un intento desesperado por hacer que “lo que no es, al menos se le parezca”, que mejore su apariencia. La RSE como expresión estética, sólo es posible si se cumplen con los presupuestos éticos mínimos que cada sociedad decide para sí misma y que se plasman en su legislación.
Asimismo, para que las acciones que en el marco de la RSE se realicen sean genuinas, es condición que encuentren su fundamento en los valores, y no en mezquinos intereses empresariales.
Cuando es así, deja de ser una experiencia estética, agradable a nuestra percepción,
para convertirse en una experiencia cosmética, artificial, que pierde vitalidad y por lo tanto no es sostenible en el tiempo.
¿Cuál es el termómetro para medir una realidad estética? Es difícil hallarlo, aunque por lo dicho anteriormente el paso del tiempo nos ofrece una clave. Otra manera es apostar por nuestra percepción intuitiva y enfocarnos en las sonrisas cotidianas. Es notable como las empresas en donde esta experiencia se comparte con transparencia y trascendencia -es decir, alineada a los valores y a los bienes que se busca defender y promover-, logran un modo de ser más agradable, donde la gente sonríe serena y naturalmente al hacer su trabajo.
En una sociedad egoísta que promueve la indiferencia y el individualismo, la RSE, como experiencia ética pero fundamentalmente estética -y por lo tanto voluntaria- despierta el entusiasmo de quienes no se conforman con las mezquindades e injusticias con las que convivimos cada día, y nos acerca a una vida más plena.

(*)Es Licenciado en Ciencias Empresariales. Se desempeñó como docente de ética en la Universidad Austral. Es miembro activo de la organización Rosarina MoveRSE, que difunde prácticas de Responsabilidad Social Empresaria. Actualmente es docente y cursa un postgrado en España.

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