“Más ética más desarrollo”, de Bernardo Kliksberg, de Temas Grupo Editorial, es un libro muy recomendable de leer para comprender la situación que atraviesa América Latina y emprender un necesario proceso de cambio. De este libro tomamos algunos pocos párrafos para introducirnos en el fundamental concepto de “Capital Social”.
Según el análisis del Banco Mundial, hay cuatro formas básicas de capital: el natural, constituido por la dotación de recursos naturales con que cuenta un país; el construido, generado por el ser humano que incluye diversas formas de capital (infraestructura, bienes de capital, financiero, comercial, etcétera); el capital humano, determinado por los grados de nutrición, salud y educación de su población; y el capital social, descubrimiento reciente de las ciencias del desarrollo.
Algunos estudios adjudican a las dos últimas formas de capital un porcentaje mayoritario del desarrollo económico de las naciones a fines del siglo XX. Indican que allí hay claves decisivas del progreso tecnológico: la competitividad, el crecimiento sostenido, el bueno gobierno y la estabilidad democrática.
¿Qué es, en definitiva, el capital social? El campo no tiene una definición consensualmente aceptada. De reciente exploración, se halla, en realidad, en plena delimitación de su identidad, de aquello que es y de aquello que no es.
Robert Putnam (1994), precursor de los análisis del capital social, considera en su difundido estudio sobre las disimilitudes entre Italia del Norte e Italia del Sur que, fundamentalmente, lo conforman: el grado de confianza existente entre los actores sociales de una sociedad, las normas de comportamiento cívico practicadas y el nivel de asociatividad que la caracteriza. Estos elementos son evidenciadotes de la riqueza y la fortaleza del tejido social interno de una sociedad.
Para otro de los precursores, James Coleman (1990), el capital social se presenta tanto en el plano individual como en el colectivo. En el primero, tiene que ver con el grado de integración social de un individuo, su red de contactos sociales; implica relaciones, expectativas de reciprocidad, comportamientos confiables. Mejora la efectividad privada. Pero también es un bien colectivo. Por ejemplo, si todos en un vecindario siguen normas tácitas de cuidar por el otros y de no agresión, los niños podrán caminar hacia la escuela con seguridad y el capital social estará produciendo orden público.
Otro precursor, Perre Bourdieu (1980), definió el capital social como “la suma de recursos, reales y virtuales, que acumula un individuo o un grupo debido a la posesión de relaciones menos institucionalizadas o una red permanente de conocimiento y reconocimientos mutuos”.
Diferentes analistas actuales de esta vieja-nueva forma de capital ponen el énfasis en diversos aspectos. Entre otros, para Kenneth Newton (1997) el capital social puede ser visto como un fenómeno subjetivo, compuesto por valores y actitudes que influencian sobre cómo las personas se relacionan entre sí. Incluye confianza, normas de reciprocidad, actitudes y valores que favorecen la superación de relaciones conflictivas y competitivas para conformar vínculos de cooperación y ayuda mutua.
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